domingo, 4 de abril de 2010

El debate de los nombres

Hace un par de semanas, en la Asamblea Legislativa del DF, una diputada levanto al pleno con la propuesta de una ley que da facultad a los jueces de intervenir en la decisión de otorgarle nombre a un menor.

Ante dicha controversia, se dieron a conocer algunos nombres ya utilizados en personas y que han dado mucho de que hablar por la incongruencia y fanatismo de los padres, para poder así llamar a los hijos, ya que hay nombres como Robocop, LadyDi, Circuncisión, y hasta Anivdelarev.

Así que en los siguientes días a la noticia en el salón de clases salió a relucir el tema y nos acordamos de nombres graciosos, de personas que conocimos en nuestras anteriores escuelas, cursos de pintura o artes y hasta en la fila del banco. Lo cual me causo mucha sorpresa, pues los nombres son signos arbitrarios que se utilizan para denominar a una persona. La situación no es esa, sino que al escoger un nombre utilizamos la subjetividad, un recurso inigualable de la mente humana.

Es decir, durante el paso del tiempo conocemos un sin número de personas que nos ubican su nombre como un signo referente a acciones, sentimientos y experiencias que hemos pasado, así mismo nos ofrecen un referente físico de la persona, si es alta, delgada, blanca, con ojos claros o mera y de cabello lacio. Así cada vez que nos mencionan un nombre, caemos en una Repertorio que nos proporciona una asociación de la persona a identificar.

Y caí en la cuenta que el nombre no puede ser un signo fijo y libre de cambios, más por el contrario es un signo arbitrario que cambia respecto al contexto y nunca proporciona un referente, ni físico, ni emocional para poder conocer a una persona.

Por ejemplo, yo en la primaria conocí a una persona llamada Agustín, moreno, delgado, de pocos recursos económicos y que además era una persona tímida por naturaleza, además de sumiso; al llegar a la secundaria, las cosas cambiaron pues mi nuevo compañero, de nombre Agustín era una persona alta, delgada, de taz blanca y que además nunca permitía burlas o desplantes de otros compañeros y que sus recursos económicos eran los suficientes, como para que diario pudiera comprar una hamburguesa y un refresco, además de golosinas y estampas de Pokemon a la salida.

Así mi referente cambio, se ubico en otro contexto y entendí que el nombre no es un signo constante, que hace alusión a ciertas características. Es por eso que la propuesta de la legisladora, no es incoherente aunque más bien, en mi opinión deberían facultar a los niños o jóvenes a que en determinada edad, ellos tuvieran la decisión de elegir un nombre que haga referencia a sus características y así poder hacer un referente de cada nombre. Permitir a un dato único y para toda la vida un signo no arbitrario y que además otorgue una imagen de lo que uno es.

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